...ese que somos sin saberlo y que está más enterado que nosotros de lo que nos conviene, seguía observando una prudente reserva. Era en los días de sol, a eso de las doce del mediodía cuando pasábamos por allí, y ése, que vive escondido, resguardado de las peripecias rápidas, de los instantes fugitivos que recorren y enturbian la superficie, pensaba seguramente que iba a caer la tarde y que volvería el invierno. Pierre Bergounioux, El río de las edades
Ojos.
*
cuando las derivas del significado se vuelven instrumentos de dominación y no medios de la emancipación porque si «Las palabras pueden ser como minúsculas dosis de arsénico: uno las traga sin prestarles atención, parecen no producir ningún efecto y, de pronto, después de algún tiempo, el efecto tóxico se hace sentir» resulta acertado pensar con Javier Marías lo que comenta en Pobre perdona a rico: «Uno de los momentos más temibles de la historia de cualquier país se produce cuando a la gente empiezan a parecerle aceptables o incluso normales medidas o leyes que son completamente anómalas y de todo punto inaceptables. Suelen aparecer poco a poco, luego se van acelerando. Las primeras nunca resultan muy graves -aunque sean injustas, arbitrarias y sin sentido-, y por eso casi nadie se rebela. Pero cuesta creer que a estas alturas no sepamos que después de esas primeras vendrán otras peores, y que por eso hay que denunciar aquéllas, por inocuas que parezcan, y no consentirlas.»
Tal vez ahora, en el otoño del final del Poema, sea justamente el tiempo para leer a Hölderlin y a Sófocles, después de la tragedia, en el silencio del nihilismo que el poeta alemán barruntó sobriamente en su último verso: «deja que al fin yo por siempre en tu fondo el silencio recuerde». Arturo Leyte, Epílogo: El Archipiélago ZONA POÉTICA en Helena Cortés, El Archipiélago
Ojos.
*
nos parece ver nacer con el día un atisbo de lucidez: desperezado por las rutinas de la mañana. vislumbrar apenas la nitidez de alguna imagen
Solo ella, la imagen, es susceptible deretener el tiempo, personal y colectivo, en su huida incesante. Y solo el paseante, cabría añadir, entregado a su soñadora flânerie, tiene el don o la capacidad de acceder, más allá de los enclaves «de postal», a los lugares donde permanecen jirones de «tiempo recobrado»." Eduard Cairol, Philosophenweg Paseos filosóficos: de Rousseau a Benjamin
que instantes después y aunque la ventana permanezca cerrada, se desvanecerá con el vaho del espejo. entonces ya solo quedará tu rostro al alcance de la mano
Ojos.
los días los describo como una
sensación de nieve en los labios. no importa,
dices, o poco: si yo fuera a nevar
en tu libro infinito,
el mundo seguiría estando ahí.
como verano, a ser posible
Ron Winkler, Nota de diciembre