con la bajada de temperaturas,
la ropa de abrigo,
el tejido protector. como si más que nunca necesitase esa
segunda piel,
su peso.
vestida y desvestida al ritmo de
entradas y salidas
anyway, this is the
EN version
1. ANONIMACIÓN LITERAL
si en
Morirse de memoria una voz
anónima sueña despertar preguntándose
quién es (tono post
Proustiano, letanía memorística de
recurrencia visceral -balbuceo por el que el personaje, más que disolverse,
se va a desdibujar-) en
Zumbido, otra voz
anónima entre anónimos
Nadie tiene nombres identificables, forman parte de un ejército de sombras, o de fantasmas, algunos, sombras en la noche, gente que huye o avanza hacia no se sabe muy bien qué, gente... Javier Goñi, “Sombras de aguacero”
que
se percibe a sí misma vaciada de
legado identitario huye bajo una
lluvia persistente y vaga en un imaginario pabellón
auditorio, turbados los
contornos de lo que se le
aparece a ojos vi
šta, hijo pródigo
sin retorno, (el grado cero de) la identidad adquiere carácter de legado familiar denostado. de superviviente a protagonista, fugitivo sin nombre en la incierta posibilidad del relato, fácilmente uno puede sentir propia esa voz que se dice vaciada de bagaje hereditario: ser
ventrílocuo replicante de ese personaje reseteado de sentimientos
2. ANONIMACIÓN DOMÉSTICA
sentimientos embalsamados bajo techo,
Homemade, también
anónimos
En algún chalet de un suburbio griego vive una familia. Nunca aprendemos sus nombres: Padre, Madre, Hermana Mayor, Hijo y Hermana Menor. Carlos Reviriego, “Maravilloso desconcierto”, Canino, Cahiers du Cinéma España, nº 34, mayo de 2010.
(I'm sorry about the
nonsense)
sístole-
diástole:
sobre la mesa blanca de la cocina,
el órgano impar >
fugitivo sin nombre en la incierta posibilidad del relato >
pozo sin fondo de destinos,
La aparente indiferencia del relato ante las preguntas que cada escena plantea al espectador, los encuadres claustrofóbicos y las perspectivas insólitas que adopta la cámara, violentan nuestra mirada para reordenar cierta visión adquirida del relato y, sobre todo, de los comportamientos humanos codificados por tantas películas. Carlos Reviriego, “Maravilloso desconcierto”, Canino, Cahiers du Cinéma España, nº 34, mayo de 2010
3. ANONIMANCIAS CINEMATOGRÁFICAS
..., es la energía pura, la pura tensión, el tinte de locura cuando la obra queda hecha, la única realidad, el único refugio de la vastísima alucinación que es todo lo que hay ahí mismo, y es que uno es parte de todo lo que hay ahí fuera, en donde todo absolutamente es igual que todo lo demás. William Gaddis, Ágape se paga
destinos que son relatos de
anónimos,
anónimos desconocedores del
huevo de pascua de sus venas (y algo de cierto puede que haya en la idea de que el ADN contenido
en la sangre con la que la letra entra viene de serie). no sé. en cualquier caso,
como no creo que me oiga Giorgos, me atrevo a decir que lo que de común tiene su trabajo
con el de Michael Haneke es menos la resolución de
El séptimo continente o la mirada hacia la vida burguesa acomodada al guión audiovisual-tipo de
prime time en
Funny Games (aunque tal vez podríamos trazar una línea de unión bastante precisa entre el valor de la escena musical inicial de
ésta y
la que preconiza el final en
Canino*) que cierto sentido de
La cinta blanca expresado así por
Esteban Tabacznik:
la tesis final es contundente: el horror de las ideas de los padres cristaliza en los actos de sus hijos. Lo más siniestro es que no hay rebeldía ante el mandato paterno sino un meticuloso cumplimiento. ¿Lo hacen por convencimiento o para demostrar a sus padres el horror de su doctrina?
sin embargo, el carácter ficcional (en el sentido más caricaturesco de la palabra) con el que la película de Giorgos a
cartoona a los personajes hasta llegar a lo grotesco, la aleja del trabajo de Haneke, analítico y que se mueve en torno a parámetros de verosimilitud. los separa, además, la desviación de
Canino hacia el absurdo que podría leerse en
clave de humor. por otra parte, la reclusión severa a la que son sometidos los vástagos, termina por reducirlos a ser
niños salvajes de vivero cuya inmadurez irreversible, aspecto impedido y fragilidad extrema reflejan la disfunción de sus cuerpos hipertrofiados, en relación con unas mentes podadas tal vez según una perversa
técnica bonsai
que supura la cosificación apropiacionista y mutiladora ejercida sobre
ellos, considerados
propiedad paterna:
juegos reunidos,
juegos autistas de
histeria bajo control parental
Se produjo un estruendo.
Era la música romántica que había vuelto a sonar al máximo volumen. La cinta llevaba un buen rato corriendo en silencio. Ella se apresuró a bajar el volumen hasta un nivel aceptable. El susto me había puesto los pelos de punta, pero al final me pareció gracioso. Me reí. La mujer también, a carcajadas. Con lágrimas en los ojos, ella se puso a canturrear. «Quisiera decir, quisiera decir, quisiera decir tu nombre». Así se acababa la canción, repitiendo ese estribillo. Luego sonó otra, pero como la mujer no se la sabía dejé de prestarle atención. Juan Sebastián Cárdenas, Zumbido
irracional, ridículo poder el que se nos muestra en
Canino. en este sentido, nos dicen mucho los deslizamientos semánticos de las palabras,
contra la arbitrariedad y convencionalidad del signo lingüístico o en
línea abyecta. sumado a otras cuestiones como que el colmillo asuma el rol de puerta de paso hacia la madurez o se convierta en
muela del juicio con atribuciones
de caducidad de
diente de leche, terminan por encerrar mayor crueldad (en su enunciado-trampa) que cualquier prueba física asociada a un
ritual de tránsito, por muy ignota que sea la tribu o
su nombre impronunciable
* sí, probablemente, para leer los acordes opacos de la patética coreografía cuya conclusión agitada da paso al clímax narrativo de la película, nos hemos de montar en el asiento trasero de un viejo vehículo y dejarnos envolver por la oscuridad del humor de la pareja anónima improvisada que canturrea con risa boba al son de un viejo casete de Perales cuando inicia lo que constituirá la ruta hacia su desvertebración (pienso entonces que sí debe de ser cierto, como dicen, que la memoria sonora es la más persistente de las memorias). aun así me pregunto a dónde agarran las canciones los personajes sin nombre que se mueven por tramas de road-movie entre las páginas de un libro hacia destinos inciertos