Así que URLizamos nuestro mundo, lo cual es un gesto histórico, históricamente enlazado,... Vanessa Place, “La alegoría y el archivo”
jueves, 18 de octubre de 2012
nueve de cuarenta y nueve
miércoles, 17 de octubre de 2012
ocho de cuarenta y nueve
Això no té cap sentit, no puc més:
et respondré que ve en blanc,
sense lletres. Sílvie Rothkovic, Altres arbres
martes, 16 de octubre de 2012
lunes, 15 de octubre de 2012
seis de cuarenta y nueve
El extranjero trae a las ciudades el cansado recuerdo de sus libros de estampas, Enrique Lihn
sábado, 13 de octubre de 2012
jueves, 11 de octubre de 2012
uncertain fallow memory
Olvidé las palabras [...] teixera, l.leirón, poula, l.lavaza, formigueiro, l.lugar, pruida, padana. Y no sé si podré recuperarlas. Alfonso López Alfonso, El tiempo baldío, “Al otro lado”
oponer a la pertenencia a un pueblo una mirada recelosa por la advertencia de su carácter cerrado y claustrofóbico: esa que le atribuye una vida sujeta al-qué-dirán; considerar que su antídoto podría estar atrapado en otra frase hecha como ande-yo-caliente,-ríase-la-gente. en consecuencia, dudar al asociar la segunda frase con lo urbano aunque solo sea desde el punto de vista conceptual pero incluso: una ciudad se puede considerar como núcleo que se atomiza en distritos, barrios, bloques (atomización más notoria cuanto mayor es su tamaño) y en ellos puede perfectamente la vida estar sujeta al-que-dirán, dotada del carácter cerrado y claustrofóbico inicialmente presupuesto a un pueblo.
Así que estoy tentado a decir que, en el fondo, lo único que diferencia la ciudad del campo es el grado de intimidad con que se hacen las cosas. Estoy tentado a decirlo y no lo digo porque sé, quizá porque lo he leído en alguna parte, que en las grandes ciudades se puede llorar por la calle en perfecta intimidad.
Alfonso López Alfonso, El tiempo baldío, “En soledad”
*
en cierto sentido, El tiempo baldío puede funcionar como contrapunto a La ciudad infinita pero solo considerando sus contextos, porque lo mismo da que el autor rastree imágenes rurales o urbanas si el objeto es encaminarse al encuentro consigo mismo tras las propias raíces, rescatando ramificaciones. a nivel general, sin embargo, la voz de El tiempo baldío estaría más próxima a la de La familia de mi padre con la diferencia de que en El tiempo baldío ésta se quiebra en el último relato: una sucesión de tópicos prescindible que, superado el desconcierto inicial, resta confianza y hasta credulidad a todo el texto precedente, deslegitimándolo. es más, cuando finalizamos el libro, la voz ha perdido su tono diferencial modulándose como ejercicio escolar cuya ficcionalidad resulta devastadora para la unidad de la obra.
*
a fin de cuentas, da igual. se me quita el mal sabor de boca con el trazado inconsciente de una ruta retrospectiva de lectura dirigida, siguiendo un criterio literario, a Memorias dun neno labrego vía Fisteus era un mundo.
El caso es que siempre acabo volviendo a lo mismo, [...] a todas aquellas palabras que tengo que esforzarme para recordar: tarriel.lu, cul.lada, fonte, val.le, mata queimada... Al final, a solas, siempre vuelvo a las palabras matadas por el tiempo y la mala memoria.
Alfonso López Alfonso, El tiempo baldío, “En soledad”
y en realidad, mirar atrás es atravesar las pupilas de Vacas y retroceder hasta A marela taravela donde unas merceditas enfangadas impregnan de olor lejanas imágenes de ingenuo bucolismo Palcolor
cuatro de cuarenta y nueve
si busco en mi memoria esa útlima fortaleza del alma, encuentro rostros detrás de los nombres.
Pilar García Elegido, Confluencias
miércoles, 10 de octubre de 2012
tres de cuarenta y nueve
Tarde o temprano tendremos que reconocer que somos intersección de conjuntos, en lugar de aferrarnos a una identidad excluyente. Será preciso asumir la complejidad de nuestra historia, contrapesar valores financieros con valores culturales, restituir su sentido más noble a la palabra especulación.
Santiago Auserón, “La deuda griega”
martes, 9 de octubre de 2012
dos de cuarenta y nueve
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Alejandra Pizarnik, “Lejanía”
lunes, 8 de octubre de 2012
una de cuarenta y nueve
Mientras recorre las mesas y estanterías de la librería, el lector compara nombres y títulos, contrasta opiniones propias con otras escuchadas aquí y allí, hace apuestas y formula hipótesis, evoca lecturas previas, palpa texturas y formatos, asocia marcas, símbolos y colores; sobre todo, descarta, rechaza, olvida hasta que, al fin, elige.
Antonio Ramírez, “Un lugar para la librería que viene”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)