An object, after all, is what makes infinity private. Joseph Brodsky, Watermark
en el detalle, la fractura y la enmienda de
lo frágil en lo cotidiano:
abrir una alacena, la nevera
En el año 2000, la veterana Agnès Varda realizaba un gesto que condensa buena parte del devenir del documental en la última década. Mientras blandía una pequeña cámara digital, sus dedos, tratando de asir los vehículos que circulaban por una autopista, se convertían en un punto de mira que nos daba la nueva medida de las cosas: una cámara y un camión caben en la palma de una mano, ésta es la realidad que yo os muestro. Los espigadores y la espigadora contenía esa necesaria dosis de reflexión -ya autocrítica con una tradición- que ha dinamitado los principios de objetividad y sobriedad del documental hasta acabar desfigurándolo. Y quizás, no tanto para acercarlo a la ficción, puesto que estos años hemos visto cómo esta modalidad se ha parapetado en una negación: “no ficción”, una etiqueta que, en definitiva, recoge el desconcierto propio y ajeno; sino para ampliar sus límites y asumir, por fin, una serie de cuestiones antes vedadas de las que, en este somero repaso, destacaremos dos: la asunción de la propia subjetividad y la condición actoral de los personajes que participan en el film. Elena Oroz, "Pequeños gestos, enormes consecuencias", FUSIONES DE LA FICCIÓN Y EL DOCUMENTAL, Cahiers du Cinéma España, nº 31, Febrero 2010
además de
la instalación
el catálogo
el vídeo
y aun sin poder
etiquetarla de "no ficción" no lejos del planteamiento de la reflexión de Elena Oroz, una película:
Tres dies amb la familia. en ella, la narrativa de Mar Coll se articula contra la
natural disposición al olvido que al
hiperestímulo aturdidor de nuestra inmediatez hace frente como antídoto. construye su discurso desde un territorio no claramente delimitado que sería impreciso denominar memoria activando
certeras estrategias de identificación y cuyos presupuestos son
mecanismos de interiorización que articulan la ficción en un proceso cuyo carácter fragmentario aunado al nivel de extrañeza individual
Aquí no puedo ya continuar. No sé dónde ocurre fuera o si el texto está dentro, dentro fuera o si el texto está él mismo fuera, o si fuera está en el texto. He aquí lo que ocurre cuando se escribe lo que ocurre. Pero puedo decir aquí que estoy segura. Sí estoy segura de que estoy segura. Hélène Cixous, El amor del lobo y otros remordimientos
dificulta un intercambio con el exterior libre de conflictos.
frente al impacto,
la interposición de cierta distancia permite determinar la necesidad de
anteponer la reflexión al precipitado devenir de lo simultáneo. cuando se adentra en esta visión macro de las relaciones, Mar Coll realiza una lectura
rohmeriana, minimalista, de la
proyección sentimental en los objetos desplegada por los protagonistas, en contacto directo con lo esencial del Wong Kar-Wai de Chungking Express pero con un estilo caracterizado por un despojamiento retórico
antiefectista. recoge, así,
el desamparo ante una alacena vacía a la hora de desayunar cuyo valor relacional trasciende a
la esfera de lo
personal
En este discurso, la lavadora parece la casa inmaterial de la conciencia, pero también un caparazón físico para el aislamiento. En la lavadora se limpia (y se agita) la ropa sucia, que es el síntoma físico de la intimidad. La ropa sucia es un objeto biográfico, tal y como lo describe Violette Morin, ya que es consecuencia del gusto, reafirma la individualidad y se deteriora con la experiencia. En el cine de Isabel Coixet los personajes llegan cargados con un saco de ropa sucia a esas lavanderías públicas que no tienen rincones y obligan a la convivencia. Las lavanderías se organizan como espacios cuadrados con las máquinas en el centro, las secadoras en un lado y unas grandes cristaleras a la calle, como escaparates, donde los personajes exponen sin querer parte de su secreto. Isabel Navarro, De los que aman: el cine de Isabel Coixet, “Los teléfonos dicen lo que los personajes callan. La elocuencia de los objetos en el cine de Isabel Coixet”