fracciones de conciencia
no es el formato digital, es la pérdida de referentes formales específicos asociados a la experiencia perceptiva, la que termina por debilitar el recuerdo siempre que se trate de una primera aproximaciónLa exaltación romántica tiene en el origen la dimensión de una fractura. La fractura de una dirección universal de la historia contra la conciencia individual. El tiempo pasa de ser una unidad común espacial a convertirse en fracciones de conciencia y espaciales. Marek Sobczyk, De la fatiga de lo visible, “I Del espíritu de la forma”
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la reconsideración de las formas
El sentimiento de las cosas y de lo real entra en una relatividad que iba a contribuir ardientemente a la reconsideración de las formas. Muy pronto las formas, el objeto, ya no será identificado en su culminación sino en su inestabilidad, como un vago conductor de vibraciones, respondiendo de ese modo a la nueva fuerza subversiva del movimiento. Marek Sobczyk, De la fatiga de lo visible, “I Del espíritu de la forma”
una mañana ibis cuatro años después supone poder escoger el camino más largo en lugar de tomar el atajo, no necesariamente disponer de tiempo para detenerse a recoger
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insaciable bulimia de impresiones
...podemos constatar un deterioro de la atención a costa de una insaciable bulimia de impresiones. Ver y estar dicho todo, reunido en la ojeada de una sola mirada. De una sola e impaciente lectura. Marek Sobczyk, De la fatiga de lo visible, “I Del espíritu de la forma”
En medio de la euforia, de la alegría, me invadieron recuerdos de la infancia, recuerdos que ya me habían invadido anteriormente, en otras ocasiones, pero que esta vez lo hacían con más precisión, mejor delineados, ya que, evidentemente, la silla hacía que los recuerdos se me aparecieran más claros, como en relieve, y entonces entendí, tuve claro, que esa era el tipo de comodidad que me ofrecería la silla, la placidez que me daría la silla, dado que uno se siente cómodo en los recuerdos de infancia, terriblemente cómodo, uno quiere volver siempre a los recuerdos de infancia... J. D. Wallovits, La silla