Pero quizá los secretos de las cosas que no parecen tenerlos sean precisamente esas ausencias, esas elipsis, esos agujeros que quedan en los intersticios y dicen mucho más que aquello que se muestra. Por eso Familystrip es importante, a pesar de su modestia, pues en el fondo habla del in y el off de la vida y el cine, de cómo la representación es un artilugio incapaz de albergarlo todo, y de cómo eso debe ser motivo de regocijo para nosotros, los que somos testigos de ella. Carlos Losilla, “De retrato en retrato” Familystrip, de Luis Miñarro, Cahiers du Cinéma España, nº 34 mayo 2010leerlos en concatenada V.O. permite apreciar su variedad en el
plurilingüismo sin contradecir la unidad de criterio al margen de lo comercial. en consonancia con este relato de autenticidad, su debut como director, Familystrip, es más ejercicio de desnudamiento valiente que de exhibicionismo autobiográfico. Lluís Miñarro nos ofrece el registro de la sombra de un tiempo compartido con sus padres, convierte en relato una toma de abandono a lo más banal mientras, juntos, posan para un retrato de familia y esa Narración (articulada o no) podría constituir a cualquiera
Between the axis of objectification (or the demand for such) and the axis of subjectivity (or the belief in such) lies an insurmountable gap, an event of emotionality that we call identity.
The gaps between contexts, the void between sense-thoughts, in and within the stream of our minds might be the only space for chaos to preside, we may also call this the choice event. Wildcat, "Polytopia as Rhizomatic Hyperconnectivity- a new form of wisdom emerges"
nada memorable, en realidad. mirar a la cámara o escuchar el idioma mudo de los objetos
Desfixéronse os panos
pouquiño e pouco.
Luz Pichel, Casa pechada
rutinas que una vez fueron referentes y de golpe el invisible desgaste del tiempo
paralizada, menos turista que extraña llego en bañador, recién salida de una foto en aquella terraza donde siempre hacía sol, todos los días un helado después de comer
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a la irreconocible ciudad con mar se asoman muebles, apenas trazas. leo La Miranda sin reconocer las palabras. sin reconocerme. me siento extranjera en la que hasta ahora había supuesto mi ciudad. he de improvisar un equipaje precario de voces, cuando todavía no sé que me susurrarán sobre una almohada viscoelástica a estrenar (y aunque no es lo mismo recoger palabras de segunda mano: enormidad que recuperarlas: señorita, lo siento parecido)
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en la irreconocible ciudad con mar aquellos muebles. diría que no soy extranjera allí pero entonces qué me hace sentir extraña. turista. extraña
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postales amarilleadas. la que siempre supuse mi ciudad parece definitivamente un espacio del pasado. presente: te das cuenta de que apenas reconoces los títulos de las canciones que el resto de la gente corea; de que, de representarte, lo harían en negativo: escuchar en Las Vistillas esas letras ya tan cursis entonces y ahora envejecidas con el Grupo resulta un espectáculo Grotesco de adolescencia con marcapasos y el pelo suelto a coro
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entre tanto, ni best-sellers, ni clásicos recomendados, ni tampoco lecturas de verano sino homeopatía de lectura. y no sé si algún día reuniré la paciencia necesaria para leer Anna Karénina y poder corroborar o rebatir lo que Eduardo Lago recoge: «Nabokov dijo que se trata de “la mejor novela de amor de todos los tiempos”», probablemente no la reúna (y qué) y si sucediese, no tendría por qué ser verano ni yo recordar ese artículo, este post