anyway, this is the EN version
1. ANONIMACIÓN LITERAL
si en Morirse de memoria una voz anónima sueña despertar preguntándose
Nadie tiene nombres identificables, forman parte de un ejército de sombras, o de fantasmas, algunos, sombras en la noche, gente que huye o avanza hacia no se sabe muy bien qué, gente... Javier Goñi, “Sombras de aguacero”
que se percibe a sí misma vaciada de legado identitario huye bajo una lluvia persistente y vaga en un imaginario pabellón auditorio, turbados los
2. ANONIMACIÓN DOMÉSTICA
sentimientos embalsamados bajo techo, Homemade, también anónimos
En algún chalet de un suburbio griego vive una familia. Nunca aprendemos sus nombres: Padre, Madre, Hermana Mayor, Hijo y Hermana Menor. Carlos Reviriego, “Maravilloso desconcierto”, Canino, Cahiers du Cinéma España, nº 34, mayo de 2010.
(I'm sorry about the nonsense) sístole-diástole: sobre la mesa blanca de la cocina, el órgano impar > fugitivo sin nombre en la incierta posibilidad del relato > pozo sin fondo de destinos,
La aparente indiferencia del relato ante las preguntas que cada escena plantea al espectador, los encuadres claustrofóbicos y las perspectivas insólitas que adopta la cámara, violentan nuestra mirada para reordenar cierta visión adquirida del relato y, sobre todo, de los comportamientos humanos codificados por tantas películas. Carlos Reviriego, “Maravilloso desconcierto”, Canino, Cahiers du Cinéma España, nº 34, mayo de 2010
3. ANONIMANCIAS CINEMATOGRÁFICAS
..., es la energía pura, la pura tensión, el tinte de locura cuando la obra queda hecha, la única realidad, el único refugio de la vastísima alucinación que es todo lo que hay ahí mismo, y es que uno es parte de todo lo que hay ahí fuera, en donde todo absolutamente es igual que todo lo demás. William Gaddis, Ágape se pagadestinos que son relatos de anónimos, anónimos desconocedores del huevo de pascua de sus venas (y algo de cierto puede que haya en la idea de que el ADN contenido en la sangre con la que la letra entra viene de serie). no sé. en cualquier caso, como no creo que me oiga Giorgos, me atrevo a decir que lo que de común tiene su trabajo con el de Michael Haneke es menos la resolución de El séptimo continente o la mirada hacia la vida burguesa acomodada al guión audiovisual-tipo de prime time en Funny Games (aunque tal vez podríamos trazar una línea de unión bastante precisa entre el valor de la escena musical inicial de ésta y la que preconiza el final en Canino*) que cierto sentido de La cinta blanca expresado así por Esteban Tabacznik:
la tesis final es contundente: el horror de las ideas de los padres cristaliza en los actos de sus hijos. Lo más siniestro es que no hay rebeldía ante el mandato paterno sino un meticuloso cumplimiento. ¿Lo hacen por convencimiento o para demostrar a sus padres el horror de su doctrina?
sin embargo, el carácter ficcional (en el sentido más caricaturesco de la palabra) con el que la película de Giorgos acartoona a los personajes hasta llegar a lo grotesco, la aleja del trabajo de Haneke, analítico y que se mueve en torno a parámetros de verosimilitud. los separa, además, la desviación de Canino hacia el absurdo que podría leerse en clave de humor. por otra parte, la reclusión severa a la que son sometidos los vástagos, termina por reducirlos a ser niños salvajes de vivero cuya inmadurez irreversible, aspecto impedido y fragilidad extrema reflejan la disfunción de sus cuerpos hipertrofiados, en relación con unas mentes podadas tal vez según una perversa técnica bonsai
que supura la cosificación apropiacionista y mutiladora ejercida sobre ellos, considerados propiedad paterna: juegos reunidos, juegos autistas de histeria bajo control parental
Se produjo un estruendo.
Era la música romántica que había vuelto a sonar al máximo volumen. La cinta llevaba un buen rato corriendo en silencio. Ella se apresuró a bajar el volumen hasta un nivel aceptable. El susto me había puesto los pelos de punta, pero al final me pareció gracioso. Me reí. La mujer también, a carcajadas. Con lágrimas en los ojos, ella se puso a canturrear. «Quisiera decir, quisiera decir, quisiera decir tu nombre». Así se acababa la canción, repitiendo ese estribillo. Luego sonó otra, pero como la mujer no se la sabía dejé de prestarle atención. Juan Sebastián Cárdenas, Zumbido
irracional, ridículo poder el que se nos muestra en Canino. en este sentido, nos dicen mucho los deslizamientos semánticos de las palabras, contra la arbitrariedad y convencionalidad del signo lingüístico o en línea abyecta. sumado a otras cuestiones como que el colmillo asuma el rol de puerta de paso hacia la madurez o se convierta en muela del juicio con atribuciones de caducidad de diente de leche, terminan por encerrar mayor crueldad (en su enunciado-trampa) que cualquier prueba física asociada a un ritual de tránsito, por muy ignota que sea la tribu o su nombre impronunciable
* sí, probablemente, para leer los acordes opacos de la patética coreografía cuya conclusión agitada da paso al clímax narrativo de la película, nos hemos de montar en el asiento trasero de un viejo vehículo y dejarnos envolver por la oscuridad del humor de la pareja anónima improvisada que canturrea con risa boba al son de un viejo casete de Perales cuando inicia lo que constituirá la ruta hacia su desvertebración (pienso entonces que sí debe de ser cierto, como dicen, que la memoria sonora es la más persistente de las memorias). aun así me pregunto a dónde agarran las canciones los personajes sin nombre que se mueven por tramas de road-movie entre las páginas de un libro hacia destinos inciertos